aenlibertad@gmail.com

jueves, 31 de diciembre de 2015

Caminando en belleza

Caminando en belleza
(Copyright: Amelia de Sola)

Semanas caminando en belleza. ¿Cómo voy a hacer ahora para regresar al mundo gris de las ciudades?

lunes, 28 de diciembre de 2015

La osamenta del macho cabrío

Puedo imaginar su rendición. El orgulloso macho, perdida ya la fuerza, dejándose caer arrimado al farallón de piedra, alentando apenas, aguardando sin saberlo -¿cuánto tiempo? ¿horas, días?- la llegada de la muerte.
Y puedo imaginar a los buitres, volando en círculos cada vez más cercanos, y después posados alrededor, y después, tal vez -y duele el pensamiento- acercándose a picar y alimentarse del animal aún vivo.
Cuando lo encontré, hacía ya mucho, semanas, o incluso meses, que los carroñeros habían terminado su tarea. Quedaban la osamenta, aún no del todo limpia, y retazos de piel adheridos a la cabeza y a las patas. Y, dominando el conjunto, el doble arco de la cornamenta.
Era una imagen bárbara, hermosa y terrible, natural y, en una extraña forma, adecuada a la textura austera del lugar.
Un cuadro de fuerza y de verdad innegables, un paisaje del alma cargado de... alimento. Un alimento hosco, crudo y salvaje para la mirada.
La esencia destilada de esta tierra áspera.

domingo, 27 de diciembre de 2015

Vuelo de rapaces


Rapaces
(Copyright: Amelia de Sola)

Ladera arriba, a cientos de metros sobre el valle, rapaces de alas inmensas planean en círculos lentos,  rozando casi las copas de los pinos. Sentada en una roca, al sol tibio de la tarde de invierno, contemplo en silencio su belleza de acero. Pasan muy cerca, tanto que puedo oir, maravillada, la música de su vuelo, el sonido, como de seda desgarrada, del roce de sus plumas con el aire. 

jueves, 3 de diciembre de 2015

Cielo de invierno

El cielo, todo el cielo de invierno, florecido de estrellas. Y una inmensa media luna menguante, gravitando sobre el horizonte.
Puro silencio, y el mundo, cristalino, resguardado en el estuche del frío.

Cristal helado

A la vuelta a casa, después de una borrachera de cielo estrellado, el termómetro marcaba dos grados bajo cero, y el mundo era claro y cortante, como de cristal helado.