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domingo, 27 de junio de 2021

La profundidad del mundo

 Montañas, riscos, valles... Tierra. Tierra cubierta de bosques infinitos.

Me adentro con la imaginación en la espesura, sabiendo, sintiendo que cada árbol, cada planta, cada animal grande o pequeño, es un sujeto por derecho propio, viviendo su vida, siguiendo su propósito, ocupándose de sus asuntos como yo lo hago.

Y el mundo, de repente, aparece como vibrante de sentido, un radiante concierto de entidades a la vez enlazadas y autónomas, conjuntas y centradas cada cual en su propio ser.

Y me siento una más con todas ellas, final, benditamente expulsada del ombligo del mundo, de la pesadilla narcisista de único sujeto de un afuera convertido en objeto para mí.

Hasta que, sin transición, como de pronto se invierten fondo y forma en las figuras gestalt, me invade el pensamiento de que las montañas, en su majestad, no son sino estratos de roca plegados y quebrados por una geología ciega, que los bosques inmensos y las criaturas que los habitan,  son simples productos de una evolución sin dirección, y que yo misma, que contemplo todo esto, tengo mi ser en uno entre incontables millones de accidentes surgido por azar. 

Y ambas visiones demandan atención y espacio a mi corazón y a mi cerebro, y ambas, por momentos, me tironean de un lado para otro, o bien, en un relámpago, me ofrecen la intuición de una síntesis que a las dos necesita para superarlas, del mismo modo que la visión distinta de ambos ojos se integra en la percepción de la profundidad.

La  inabarcable profundidad del mundo.

jueves, 24 de junio de 2021

Frágiles

 Todo ese discurso tan mainstream sobre aprender a hacerse cargo de uno mismo y no depender nunca de nadie, se estrella contra nuestra fragilidad.

Somos animales de manada.