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domingo, 31 de enero de 2016

Un hombre hermoso

Miré al anciano tendido en su cama, erizado de cables y sensores, pequeño y frágil en medio del ajetreo de la UCI.
 Estaba, me confesó, preocupado. Incluso un poco asustado. Y tenía ganas, o tal vez necesidad de hablar. Poco a poco, casi sin darse cuenta, me contó su vida. Había tenido que luchar mucho para sacar adelante y dar carrera universitaria a tres hijos, con su profesión de pescadero de barrio, además de cuidar bastantes años a su mujer, siempre enfermiza, que lo había dejado viudo pronto, víctima de un cáncer. Ahora, ya jubilado, estaba por fin tranquilo y a gusto, porque tenía unos buenos hijos, y unos nietos preciosos. Y me señalaba, lleno de orgullo, las fotografías familiares, fijadas en la pared con esparadrapo. Pero el inoportuno infarto había venido a interrumpir su bien ganado descanso, y nadie, ni los médicos siquiera, sabía si su corazón le iba a dar un tiempo más de tregua o si, por el contrario, todo iba a terminar en aquella cama de hospital, con el repentino pitido largo del monitor al que estaba conectado. Lo explicaba con un realismo sin alharacas, exento por completo de queja o autocompasión.
Era un hombre sencillo, muy sencillo, y totalmente ignorante del aura de belleza, de integridad, de luminosa humanidad que lo rodeaba. Yo lo miraba como se mira algo noble y grande, con el respeto que me invade tantas veces ante el temple, la dignidad, el callado heroísmo con el que tantos hombres y mujeres se enfrentan a la vida y a la muerte, a la pérdida y la tragedia, asumiendo lo inasumible, haciendo lo que tienen que hacer, en sencillez y gracia y humildad.
No sé, cuando esto escribo, qué ha sido del anciano y de su castigado corazón. No sé si, cuando vuelva mañana al hospital, voy a encontrarlo fuera de peligro o si, por el contrario, su cama estará ocupada por otro paciente y se habrá terminado para siempre esa única, particular manera de estar en esta vida. Pero ese hombre hermoso y simple se ha ganado para siempre mi corazón y mi gratitud y un hueco en mi memoria. Por la generosidad de su vida. Por su honradez ante el miedo y el peligro. Por la verdad de sus palabras y sus hechos. Por su legado de hombría de bien.
Y es una de las recompensas, tal vez la mayor, de una profesión tan dura, esta posibilidad de asomarse al espíritu humano en los momentos límite del ciclo vital.
Y contemplar, maravillada casi siempre.

martes, 19 de enero de 2016

¿Y tú qué sabes?

-Porque no hay dioses -dijo la oscura sombra del sueño.
Y ella se revolvió airada y, azotándolo con su pañuelo, replicó: -¿Y tú qué sabes?

lunes, 11 de enero de 2016

Deo concedente

Un largo período de serenidad. De sencillez. De "caminar en belleza."
La vida que quiero.
Deo concedente.

miércoles, 6 de enero de 2016

Carutti: Inteligencia planetaria

Wilber es secuencial. Carutti es vincular. En su visión del mundo coexisten y se armonizan múltiples dimensiones. 
Su libro "Inteligencia planetaria" es un auténtico instrumento de ordenamiento y ampliación de conciencias. 
A la vez da forma a lo oscuramente intuido, y posibilita la entrada a nuevos espacios.

viernes, 1 de enero de 2016

Luna en Virgo

Pasada la medianoche, el horizonte Oeste se incendió de rojo, hasta el punto de asustarme pensando que había fuego en algún lugar de las montañas. Pero era la Luna menguante en Virgo, levantándose, inmensa, sobre los bosques, sobre la vida, sobre los infinitos paisajes de mi alma.

Medianoche

Medianoche en el bosque
(Copyright: Amelia de Sola

Medianoche en el Bosque. Arriba, estrellas.