Pero, al final, siempre hay que afrontar lo más temido.
Siempre.
En mi experiencia, no parece tratarse de creer o dejar de creer en esto o aquello.
Sino de apertura al Misterio.
Resulta más sencillo aceptar los retazos de la propia Sombra que se asoman a la consciencia, que los chispazos de nuestra luz que a veces pugnan por ser reconocidos.
Como si no fuera legítimo pensar bien de uno mismo, de vez en cuando.
¿Qué soy yo?
Hoy, meditando, había momentos en que parecía no haber nada excepto un mantram, unas pocas sensaciones y la respiración.
Y lo que se daba cuenta... cuando se daba cuenta.
No sé si darse cuenta es un objetivo.
En general, no sé.
"Desde lo hondo me dice el corazón:
Buscad mi rostro.
Y yo, Yave, tu rostro buscaré."
(Salmos)
Mirando el recorrido de mi vida, me parece entender que he fracasado en todo lo que me propuse.
Que, con toda mi vanidad y mi soberbia, la vida siempre me ha venido grande.
Quiera Eso desconocido a lo que llamó Dios tomar en sus manos mi espíritu.
Cuidar lo que yo no sé cuidar.
Conducirlo a donde tenga que ir.
Amén.