De niña no necesitaba belleza.
Las cosas eran como eran, en absoluta autoevidencia y sin juicio.
Ahora... Ahora hay un hambre del alma que sólo la belleza puede calmar... a medias.
En espera, sin demasiada esperanza, de la arribada a una renovada inocencia.
Del retorno a la integridad pérdida.