¿Que si soy optimista?
No.
aenlibertad@gmail.com
domingo, 26 de abril de 2020
martes, 21 de abril de 2020
Cosas de la Sombra
Pareciera que el sufrimiento, no demasiado cercano y en cantidades moderadas, llega a producir un cierto placer morboso.
Cosas de la Sombra...
Cosas de la Sombra...
lunes, 20 de abril de 2020
sábado, 18 de abril de 2020
Un pequeño poema
Un pequeño poema que escribí hace tiempo, y que ahora parece regresar, en medio de esta oscuridad...
Una mirada de ternura
sobre nuestro mundo
No de resignación
De amor
Contenerlo en los brazos
como a un niño enfermo
Consolar su dolor
Cuidar y alimentar su belleza
Amelia de Sola
Una mirada de ternura
sobre nuestro mundo
No de resignación
De amor
Contenerlo en los brazos
como a un niño enfermo
Consolar su dolor
Cuidar y alimentar su belleza
Amelia de Sola
miércoles, 15 de abril de 2020
martes, 14 de abril de 2020
Llantos pequeños
Todos los días lloro varias veces.
Son llantos pequeñitos, de pocas lágrimas, que vienen cuando quieren o cuando, sencillamente, no puedo más.
Porque me abruman los muertos y los muertos y los muertos.
Por la infinita fragilidad de la vida.
Por el océano del dolor humano.
Por ese otro mar helado de la maldad, a veces consciente, a veces banal, pero que siempre, que en cada acometida, traspasa como una flecha envenenada.
Por la preciosísima bondad, sencilla, imperceptible, cotidiana, bendita sea.
Por los que amo, lejanos y dispersos, tan diminutos, tan solos y perdidos en medio de esta... monstruosidad.
Por los abrazos que no sé cuándo daré.
Por el agobio de la responsabilidad.
Por la inhumanidad de casi todo.
Por la impotencia nuestra de cada día.
Por el miedo.
Por mi pequeño miedo personal.
Al dolor.
Al terrible camino de la enfermedad.
Al misterio insondable de la muerte.
A la inconsciencia y a la nada.
A.S.
Son llantos pequeñitos, de pocas lágrimas, que vienen cuando quieren o cuando, sencillamente, no puedo más.
Porque me abruman los muertos y los muertos y los muertos.
Por la infinita fragilidad de la vida.
Por el océano del dolor humano.
Por ese otro mar helado de la maldad, a veces consciente, a veces banal, pero que siempre, que en cada acometida, traspasa como una flecha envenenada.
Por la preciosísima bondad, sencilla, imperceptible, cotidiana, bendita sea.
Por los que amo, lejanos y dispersos, tan diminutos, tan solos y perdidos en medio de esta... monstruosidad.
Por los abrazos que no sé cuándo daré.
Por el agobio de la responsabilidad.
Por la inhumanidad de casi todo.
Por la impotencia nuestra de cada día.
Por el miedo.
Por mi pequeño miedo personal.
Al dolor.
Al terrible camino de la enfermedad.
Al misterio insondable de la muerte.
A la inconsciencia y a la nada.
A.S.
sábado, 4 de abril de 2020
Un amor animal
Sueño con caminos.
Con caminos largos, rodeados de bosques y silencio.
Nada que decir a Dios.
Nada que decir al diablo, ni al Padre Cielo, ni a la Madre Tierra, ni a ningún habitante de ningún mundo que no sea este.
Nada que decir, en realidad.
Caminar por un camino abierto, con el viento en la cara y el verde y el rojo y el azul clavados en el alma.
Caminar con mis vivos y mis muertos en el corazón, sin ningún pensamiento que valga la pena pensar, sin ninguna palabra que venga a manchar el vacío de este caminar ahora y ahora y ahora.
Ahora, que no necesita justificación.
El sacrilegio de cualquier justificación.
Camino por los caminos de mis adentros, sin nada más que caminar sabiendo que todo lo demás está vacío, como yo, como todo eso que parece ser y puede que no sea.
Y grito a ese vacío que no oye la hoguera, la rabia roja de un amor animal, mamífero y caliente por todo aquello que es de roca, de madera, de hoja, de agua inmensa, de carne temblorosa y mortal.
Yo moriré cuando tenga que morir, y todo será como si nunca hubiera sido.
Pero hubo amor, y vida, y júbilo y tristeza, y fuego y ternura y un dolor ardiente.
Y ni todos los dioses ni demonios juntos podrán negar jamás eso que estuvo.
Esa... burbuja de conciencia suspendida una vez en el oscuro seno del vacío.
Con caminos largos, rodeados de bosques y silencio.
Nada que decir a Dios.
Nada que decir al diablo, ni al Padre Cielo, ni a la Madre Tierra, ni a ningún habitante de ningún mundo que no sea este.
Nada que decir, en realidad.
Caminar por un camino abierto, con el viento en la cara y el verde y el rojo y el azul clavados en el alma.
Caminar con mis vivos y mis muertos en el corazón, sin ningún pensamiento que valga la pena pensar, sin ninguna palabra que venga a manchar el vacío de este caminar ahora y ahora y ahora.
Ahora, que no necesita justificación.
El sacrilegio de cualquier justificación.
Camino por los caminos de mis adentros, sin nada más que caminar sabiendo que todo lo demás está vacío, como yo, como todo eso que parece ser y puede que no sea.
Y grito a ese vacío que no oye la hoguera, la rabia roja de un amor animal, mamífero y caliente por todo aquello que es de roca, de madera, de hoja, de agua inmensa, de carne temblorosa y mortal.
Yo moriré cuando tenga que morir, y todo será como si nunca hubiera sido.
Pero hubo amor, y vida, y júbilo y tristeza, y fuego y ternura y un dolor ardiente.
Y ni todos los dioses ni demonios juntos podrán negar jamás eso que estuvo.
Esa... burbuja de conciencia suspendida una vez en el oscuro seno del vacío.
En la terraza
Mi terraza tiene veinte pasos.
Veinte pasos y un pedazo de cielo y trinos de pájaros en los árboles de la calle.
Paseo y paseo por los caminos pequeños de mi terraza, por los caminos solos de mis adentros, por el oscuro laberinto del pensamiento.
Tal vez alguna vez...
Tal vez alguna vez se abrirán para todos los caminos del mundo...
Veinte pasos y un pedazo de cielo y trinos de pájaros en los árboles de la calle.
Paseo y paseo por los caminos pequeños de mi terraza, por los caminos solos de mis adentros, por el oscuro laberinto del pensamiento.
Tal vez alguna vez...
Tal vez alguna vez se abrirán para todos los caminos del mundo...
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