Hoy, leyendo un poema, me daba cuenta de que dulcificamos, dulcificamos hasta el empalago, la vida, las cosas, la naturaleza, el amor...
O bien los teñimos de negro, o de gris, con igual empeño.
Tenemos una idea de cómo debe ser todo, y con ella, de manera consciente o no, lo contrastamos todo, todo el tiempo.
No sabemos mirar.
Es como si no quisiéramos saber -y, por tanto, no sabemos - qué es, cómo es lo real. No sabemos qué somos. Qué son las cosas del mundo. Qué es Dios.