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martes, 20 de octubre de 2020

El lugar del no-saber

Mi alma no quiere vivir en la creencia.

Si no puedo acceder a reconocer la verdad, mi lugar es el no-saber.

lunes, 19 de octubre de 2020

Lo que vayan trayendo los días

Ahora, ya, finalmente, nada que esperar.

La vida es esto.

Del no-saber

 No sé nada de Dios.

En realidad, apenas puedo decir que sepa algo del mundo de las cosas, ese que se ve y se palpa, que huele, que suena,  que duele... que duele, sobre todo.

Y su belleza. La terrible belleza del mundo, amasada de forma inextricable con dolor, miedo, necesidad y muerte.

El dolor animal, callado y puro, de una profundidad inmensa e inocente, en lo que podemos comprender de los que nos son más cercanos, pero frío, lejano y espantable en insectos, reptiles, criaturas abisales... seres difíciles de amar por tan aterradoramente diferentes.

Horripila la manera de vivir, copular, alimentarse y morir de arañas, sierpes, avispas o peces ciegos del fondo de los mares.

Hay una forma de mirar que dibuja un mundo-gusanera de seres que brotan, copulan,se devoran y mueren en un magma sangriento y dolorido, sin más sentido que autoperpetuarse ciegamente, hasta que, no se sabe cuándo, lleguen a su final los tiempos y algo indeterminado acabe de una vez con tanta obscenidad.

Y los seres humanos, sumergidos, como todos los otros, en esa pulpa estremecida, apenas son capaces de levantar un poco la cabeza y mirar a lo alto, buscando, para no enloquecer, una brizna pérdida de certeza,  dirección o cordura, algo que justifique seguir viviendo un día y otro,  y finalmente descubrir o soñar o crear un Dios a la medida humana, que vaya más allá de la crueldad o del horror y de la fría indiferencia.

Y al mirar hacia arriba, el fuego blanco y duro de las estrellas atraviesa el alma, y entonces... entonces aparece algo que se asemeja a una esperanza fiera, desnuda y despojada de todo lo que no es ella misma. 

Y, aunque sin Dios y sin saber ni sentido, se puede seguir viviendo un día más.


domingo, 18 de octubre de 2020

La caza


 

Ladridos. Ladridos rompiendo en pedazos la calma del anochecer.

La escena era difícil de soportar. Una jauría de perros asilvestrados tratando de dar caza a un gran macho cabrío.

El animal, acorralado junto al muro de piedra, se defendía con las astas de unos enemigos más ágiles y numerosos, jadeando de miedo, adrenalina y agotamiento.

No pude evitar tomar partido, e intervine gritando, agitando los brazos y tratando de espantar a los cazadores, que finalmente desistieron, abandonaron la batalla y se internaron, corriendo, en la arboleda.

Notaba cómo me latía el corazón con fuerza, conmocionada entre el terror y la maravilla, el salvajismo y la belleza, el hambre, la caza, la muerte y el misterio.

Mucho tiempo después, ya casi invisible en la noche que se cerraba, el macho cabrio continuaba junto al muro, tal vez herido, tal vez, sencillamente, descansando.

Probablemente nunca sabré de su destino.

viernes, 2 de octubre de 2020

Unificando fuerzas

 Llorar todos juntos a nuestros muertos... y sentarnos a colaborar. 

Aportar y poner la fuerza en una misma dirección. Tal vez sea eso lo que podemos aprender de China, sin renunciar por ello a nuestros propios valores. Integrándolo de un modo creativo.

La experiencia de esta pandemia, al menos en España, y por lo que puedo ver, también en otros lugares, lleva a pensar que la "forma" gobierno-oposición, basada en la crítica como sistema, sencillamente no funciona para dar respuesta a problemas que son de todos. Dilapida fuerza, talento voluntad, dispersándolos en confrontaciones sin sentido. Y eso no necesariamente por mala voluntad, sino por la acción de forma del sistema.

¿Seremos capaces de construir otra "forma" que lleve a una colaboración madura, sin por eso regresar a formas dictatoriales o caudillistas?

Porque, si no lo conseguimos, si no conseguimos ese salto de madurez, el futuro se presenta negro.

En realidad, el proceso de generar esa -esas- nueva forma, sería sincrónico a esa maduración, que tendría manifestaciones en todos los ámbitos, tanto personales como colectivos.

Esto, si miramos alrededorpuede parecer de un optimismo ingenuo, pero tengo la sensación de que en estos momentos la madurez de los pueblos sobrepasa ampliamente las "formas" que los constriñen, y que se está produciendo una demanda, no de grandes revoluciones utópicas, sino de formas colaborativas que den respuestas reales y eficaces a los problemas y necesidades de este tiempo y el tiempo que viene.